Profesor: Javier Sánchez Ortega
1º BACHILLERATO - Aula: 1º Bachillerato
Microrrelato:
Madrid, antigua y desgarrada, yacía sumida en un silencio pesado, como un cuerpo abatido tras una batalla que nunca terminó. Las calles, desmoronadas por el paso del tiempo y las traiciones, susurraban historias de hombres que ya no caminaban, pero cuyos ecos aún vagaban por la ciudad. La niebla, espesa y absorbente, devoraba cada rincón, cubriéndolo todo con un manto de desesperanza.
La luz se alzaba en el horizonte, fulgurante, un destello que atravesaba la neblina como una espada dispuesta a cortar la oscuridad. Pero no era la luz de la salvación, sino la de la revelación brutal. Cada verdad que desvelaba arrasaba con las mentiras, dejando a los hombres desnudos ante su propia miseria. La luz era la justicia en su forma más cruel, que no perdona ni olvida, que ilumina solo para destruir. Nadie podía escapar de su mirada; nadie podía ocultarse del juicio que traía consigo.
Y sin embargo, la sombra nunca vaciló. Se deslizaba en el aire, tan antigua como el propio suelo sobre el que se erguía Madrid. No luchaba, solo acechaba. Era el refugio de lo no dicho, de lo no visto, de lo que permanece oculto en el alma humana. Se alimentaba de la duda, de las promesas rotas y las esperanzas abandonadas. La sombra no buscaba victoria, solo resistencia, sabiendo que la luz, por más que brillara, no podía abarcar todo lo que esconde el corazón humano.
En el puente, donde el tiempo parecía haberse detenido, la luz intentó disolver la oscuridad, pero la sombra se desvaneció, inalcanzable. No hubo choque, no hubo lucha; solo un eterno juego de fuerzas que nunca se reconcilian. Porque en ese instante, como en todos los demás, la luz no era suficiente, y la sombra, en su quietud, ya había ganado.
Obra de referencia:
El capitán Alatriste de Arturo y Carlota Pérez-Reverte